La placa de calor se queda cada día,
Pues aún no puedo despegarme de la terrible soledad
Que enfría mi valor, y, la caja de vidrio sin vitalidad,
Y ningún ser vivo para que abrace las brasas del calor.
Nunca más en mi vida deseo congelar memoria.
Si tan solo Carmela, la serpiente de la misma
Gracia del maíz y la fertilidad,
Sintiera mis ahogos, mi fatalidad;
Mi desdicha.
Soy el más desdichado de la tierra
Al creer que el cielo acunará una igual desdichada como Carmela,
A una serpiente de manto dorado, siseos y ojos de la tierra
Y los cielos, del suelo y del mar; sus ojos me cazan
Y reptan en mi cabeza como centinelas perpetuas.
¡Maldita sea mi bendición diaria! ¿Por qué?
¿Porque la tierra y los cielos no me abandonan?
Quiero abandonar y estar en el reino de Carmela,
Pero se fue prematuramente y no contó la manera
Para nunca más sentirme solo incluso en el más allá.
Pero nunca más una serpiente irá más allá de la Tierra
¡Imploro a Dios, a Lucifer, y a la Madre Tierra!
¡Y al universo también! Abandónenme, y quiero perderme;
Incluso si me retuerzo y sufro, no es horror cuando
Carmela repte en el espacio sagrado. Cuando nunca más
Me falte el calor que le doy, y la gratitud que ella me da.
Nunca más sonreiré hasta que Carmela repte en el más allá.