El roble fue fortaleza para el niño que ahora es viejo,
Pero nunca se llegó a imaginar que el roble pasó a viejo
Y decayó antes que la enfermedad natural de la vejez,
Por culpa de la enfermedad artificial del horror negro y ácido.
Aquel anciano miraba a aquel roble falto de amor,
Melancólico por su misma existencia, y por prematura decadencia.
El que se suponía que se erguía fuerte en la residencia del viejo,
Siendo su lacayo, su sombra, su fortaleza y su fruto, expulsa el color
De la simple vejez gris y arrugada.
Corteza que cayó mientras las hojas pierden color y caen al ya
Dejar de servir. Que tragedia suscito la vivencia del viejo roble
Tras ver pasar décadas de agitación y desamor.
Viejo compañero de añoranza perdido en el destino prematuro,
Que aquella vez no fue regido por naturaleza.
El viejo vio el roble antes de verse a sí mismo en cama,
Su tronco se fracturaba como su espalda, sus hojas se secaban
Como sus arrugas y uñas, sus ramas no se sostenían como
Sus piernas, y su melancolía enfermaba su cuerpo como la enfermedad
Que el maldito horror negro logro infiltrar por años y años de deshumanización.
Que consuelo más monstruoso el ver la agonía del roble cesar
Tras su estruendosa caída. Impacto que hundió el suelo de mármol,
Que hizo temblar las ventanas, e hizo alertar al viejo de su muerte.
Que destino con más consuelo le llegó al viejo cuando intentó ir
Por lo que quedó del roble, pero ni un paso más cuando sentó en
Tierra envenado por el horror negro, y a él le tocó cesar e ir
Abrazar el abismo que esperó por tantos años.
El viejo soñador y amigo del roble anciano, encontró consuelo al
Morir enfrente del ahora sereno y pacífico, árbol;
apéndice doloroso de la naturaleza.