Roy se acercó al huevo y sacó su espada, y no, no la sacó para destruirlo sino para cortarse.
Según Yulran, su antepasado, para eclosionar el huevo, necesitaba derramar su sangre sobre la cáscara exterior. En cuanto a la cantidad, eso era algo que aún tenía que descubrir.
Roy la alzó sobre su mano. Sus ojos se estrecharon mientras deslizaba despiadadamente la hoja sobre su palma, abriendo una herida estrecha pero larga en la piel. Debido a la habilidad de autocuración pasiva sobre la que no tenía ningún control, empezó a cerrarse inmediatamente. Sin embargo, mucha de su sangre fluyó antes de que se cerrara por completo.
—¿Esto debería ser suficiente, verdad? —Roy le preguntó a Yulran.
Yulran miró la sangre en su mano y le dio un asentimiento con la cabeza. —Sí, debería serlo.
—Ahora, no esperes más y hazlo —Yulran instó a Roy.