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—¡Clang!
El sonido estridente y ostentoso de dos espadas chocando entre sí resonó por toda la cámara mientras la afilada, gigantesca y divinamente sólida línea de absoluta nitidez, mejor conocida como Noche sin Canción, partía la poderosa montaña en dos mitades incomparables.
Los ojos de los espectadores se agrandaron tanto como platillos; la emoción y la alegría eran vívidas en ellos.
Por otro lado, un sentido de incredulidad inundó al oponente de Roy.
—¿Cómo es posible...? —Tevenlor sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies al no poder creer que la habilidad que había perfeccionado durante cientos de años fuera derribada tan fácilmente por un joven que ni siquiera tenía 20 años.
…
Ambas mitades eran iguales entre sí en términos de longitud y anchura.
Moviéndose tan rápido como una ráfaga feroz, Roy pasó entre ellas
—¡Zumbido!
Luego… él y su última técnica podían verse avanzando hacia Tevenlor.
—¡Boom!