Aunque todo a su alrededor era completamente oscuro, Lux caminaba de manera estable y tranquila.
Gaap no le dijo nada después de entrar en la Puerta, pero podía decir con cada fibra de su ser que sabía exactamente a dónde ir.
Era como si hubiera una fuerza irresistible que lo llamaba, sirviendo como su luz mientras atravesaba el mundo oscuro, donde ni siquiera existía un solo punto de luz.
Después de un tiempo desconocido, Lux se encontró en lo que parecía ser una ciudad antigua.
En su centro había un gigantesco Árbol del Mundo, cuyas hojas eran negras como la noche.
Algunas personas podían verse de pie en su base, y todas ellas miraban en su dirección con curiosidad.
—Vamos —dijo Gaap—. Eres mi Discípulo, así que no te dejes intimidar por ellos. Solo cuidado con las personas que llevan anillos similares al que cuelga de mi cuello. Son miembros de Memento Mori, y esas personas son una raza diferente entre los Nigromantes.
—¿Son fuertes, Maestro? —preguntó Lux.
