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Todos los Enanos que formaban parte de la expedición juraron un juramento a la Diosa de la Tierra, a quien adoraban.
Este era el juramento más grande que un Enano podía hacer. Incluso los Enanos en Solais compartían la misma mentalidad. Una vez que hacían un juramento, tenían que cumplirlo sin importar lo que pasara. No hacerlo pesaría terriblemente en su conciencia porque significaría que, una vez muertos, sus almas serían apartadas, para siempre desterradas del abrazo de la Madre Tierra.
—Cumple tu palabra, Medio Elfo, o juro por la Diosa de la Tierra que no mantendrás tu vida —dijo Nevreal con un tono amenazante.
—Veremos cuyo juramento se rompe primero —replicó Lux con una expresión tranquila en su rostro—. Ahora, escúchame. Nuestro primer objetivo es eliminar a los guardias tan rápido como podamos y prevenir que alarmemos a los kobolds dentro del nido.