Alice parecía extrañamente encantada de ayudar a Kieran con sus dificultades, acercándose con una luz indagadora brillando en las profundidades de su mirada. Parte de ese interés provenía de querer asomarse a las percepciones de alguien que mezclaba la magia y la investigación, pero era principalmente el resultado de la petición de Kieran.
Ninguno de los dos había expresado sus emociones internas, pero era muy evidente que Alice apreciaba a Kieran en cierto nivel. Después de todo, él era responsable de la varita que ella usaba, y eso le encantaba.
Acercándose más, Alice se inclinó hacia Kieran, echando un vistazo al diario para descubrir que absolutamente nada en él había cambiado. Ella frunció el ceño mientras sostenía su cabeza en un ángulo extraño. Desde allí, vislumbró el semblante de Kieran, y él vio el de ella.
—¿Exactamente con qué necesitas mi ayuda? —preguntó Alice.
—Un segundo.