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Kieran se rió histéricamente, aunque la situación estaba lejos de ser graciosa. Locura es lo que él la llamaría. Su cuerpo había despertado un poder que no podía manejar sin tener un terrorífico encuentro con la muerte.
Miró sus manos donde la piel se había caído como si fuera carne tierna. El músculo permanecía, pero había pequeños agujeros a través de los cuales podía ver hueso de marfil que brillaba con un lustre casi metálico.
Kieran siempre había tenido curiosidad sobre cómo el cuerpo de un Inhumano era refundido, ya que eran más fuertes que los humanos promedio, evidenciado por la cantidad de carga y tensión que podían soportar. El equipo actual rápidamente se volvería obsoleto a este paso si Bastión y la proeza física de los demás continuaba haciendo avances drásticos.
En cuanto a Kieran, ya no estaba interesado en cuánto peso podía mover, qué tan rápido podía correr, cómo eran sus reflejos, o cuánta fuerza podía generar.