La modesta habitación del centro de cuidados geriátricos estaba llena de sonidos que transmitían las penosas desgracias de una pérdida inminente. Ver a alguien desvanecerse ante tus ojos era una especie de imagen que no podías borrar de tu memoria sin importar lo que hicieras.
Te perseguiría.
A Kieran lo perseguían tales recuerdos de sí mismo, lo que era casi como experimentar una inception, pero no estaba tan desilusionado como para creer que todo lo que había soportado, sentido y encontrado era un fragmento de su imaginación o colocado por alguien, o algo más.
Su imaginación era fuerte... pero no lo suficientemente fuerte como para crear otro mundo u otra vida.
—Dejemos eso a los cineastas, novelistas... y cualesquiera otros creadores que existan.