Kieran y Altair gemían, cada uno sintiéndose más desdichado que cuando se habían despertado.
Lillian había cumplido su promesa sin comprometer su seguridad. Aunque seguro no significaba agradable.
Una pantalla rastreaba la concentración de X-hancers en su sistema y trazaba el ritmo de absorción para mantener un flujo constante sin entrar en territorios peligrosos, lo que mantenía a los dos en un estado de agonía cíclica.
Considerando que ambos estaban de pie, esperando un transporte hacia la última ubicación conocida de Bastión, su sufrimiento parecía valer la pena. Sin embargo, un inconveniente de su regreso a una salud moderada era un aumento en la urgencia. La creciente escasez de X-hancer había pasado de ser una carga leve que se podía aplazar a un dilema desesperante que requería atención inmediata.