Las cargas de un Mito eran titánicas, y Kieran entendía esa verdad indiscutible.
Sin embargo, no parecía suficientemente grave como para justificar la expresión solemne de Agatha. Claro, estar atado contra tu voluntad o voluntariamente no se sentía excepcionalmente bien, pero a veces era necesario.
Por ejemplo, cuando las elecciones implicaban elegir entre el menor de dos males. Ambos tenían desventajas odiosas y desventajas repugnantes, pero uno ofrecía un resultado más tolerable.
Ese era el caso en lo que concierne a los Mitos.
A veces, la elección era una responsabilidad pesada y siniestra. Y por lo tanto, a veces, se tenía que eliminar la elección, creando una uniformidad irrefutable.
Kieran meditaba sobre la sugerida pesadez de la carga de un Mito y miraba su mano. Sus ojos seguían la Marca del Enloquecido que desfiguraba su palma, su vínculo directo con Argexes, una fuente de poder nefasto y oscuro.