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La mañana siguiente trajo las campanas de alarma que señalaban la salida de Abraham Kepler de su atracadero en la Estación Comor. Aún no se había hecho ningún anuncio oficial sobre cuál sería su destino, sólo que una vez que todos estuvieran a bordo irían a recoger el resto de los recursos requeridos para las pruebas.
En el Imperio Kepler, eso realmente no limitaba mucho su destino. Aparte de los planetas realmente habitados, había innumerables puestos de minería y fabricación colocados en campos de asteroides y nebulosas con los recursos naturales necesarios para los productos que estaban fabricando.