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En el suelo del Séptimo Círculo, los guerreros debajo parecían figuras distorsionadas en una pintura grotesca, sus movimientos repetitivos y desesperados creaban una escena infernal.
El calor emanaba del suelo ensangrentado, subiendo en olas que distorsionaban el aire y dificultaban la visión. Kaizen podía sentir el peso de la muerte y el dolor impregnando cada pulgada de aquel eterno campo de batalla.
Lily Sangrienta, con sus majestuosas alas, volaba con agilidad, esquivando ataques con una gracia sobrenatural. Cada uno de sus movimientos era una declaración de fuerza y habilidad, un recordatorio de que aún tenían una oportunidad de atravesar ese infierno sin sucumbir a la violencia.