Kaizen avanzó lentamente, con los ojos fijos en la colosal criatura que emergía del mar tormentoso.
El cielo se oscureció por las nubes giratorias, y los relámpagos rasgaron el horizonte, iluminando brevemente la escena apocalíptica.
La tensión en el aire era palpable, pero Kaizen mantenía una expresión resuelta. Su mirada, determinada y calmada, transmitía la confianza de alguien que ya había enfrentado desafíos inimaginables y había sobrevivido para contar la historia.
—Enfrentarme a dragones y criaturas marinas no es nada nuevo para mí —dijo, avanzando.
Sus compañeros lo observaban con una mezcla de aprensión y admiración. Kaizen era conocido por su valentía y habilidades incomparables, pero la presencia de Lovern, el Guardián de la Ira, era prueba del poder abrumador de este círculo del Infierno.