Og'tharoz sostenía a Adamanthi por el cuello, sus ojos rojos ardían con una intensidad que parecía atravesar el alma del contador.
Adamanthi, pequeño y frágil en comparación, temblaba, sus manos esqueléticas intentaban en vano liberarse del firme agarre del guerrero demoníaco.
—Hola, Adamanthi. ¿Pensaste que nunca volverías a verme? —la voz de Og'tharoz era baja, casi un susurro, pero llevaba un peso que hacía que la atmósfera a su alrededor pareciera más densa.
Adamanthi se ahogaba, tratando de encontrar palabras en medio del pánico que lo abrumaba. —Yo... yo no... tú deberías estar... ¿cómo llegaste aquí? —su voz era una mezcla de incredulidad y miedo.
Og'tharoz entrecerró sus ojos, acercando su rostro al de Adamanthi.
—No importa cómo. Lo que importa es que estoy aquí, y no nos impedirás pasar .
Los otros miembros del grupo observaban la escena en silencio, la tensión palpable en el aire.