El aire que los rodeaba estaba saturado con una energía opresiva, casi tangible, que les robaba la fuerza cada segundo. El ambiente era un paisaje infernal, donde un cielo de color sangre se encontraba con la tierra ennegrecida y resquebrajada, y el rugido incesante de una tormenta resonaba a lo lejos. Las nuevas criaturas, compuestas por almas malditas, se acercaban con una determinación despiadada, sus formas espectrales e informes emanando un aura de desesperación. Sus gritos guturales se ecoaban a través de la vastedad, sonando como un coro de agonía.
—Necesitamos un plan —dijo Kaizen, ajustando su postura y fijando su mirada en las abominaciones que avanzaban. Su voz, a pesar de su agotamiento, llevaba una firmeza inquebrantable.
Lily Sangrienta asintió, con la mirada fija e intensa en las criaturas que se formaban de las sombras. —No podemos seguir desperdiciando energía así. Necesitamos ser más estratégicos —respondió, alzando su espada, que pulsaba con luz mágica.