Arrojado por el poderoso puño de Kaizen, la criatura voló a gran velocidad hacia las nubes, girando locamente en el aire, su forma sombría recortada contra el resplandor plateado de la luna. Luego se encontró en caída libre hacia el suelo, su mente un torbellino de arrogancia y duda. Nunca había esperado que el golpe de un mortal fuera tan poderoso.
La inminente colisión con una montaña le hizo darse cuenta de cuán frágil era su posición, a pesar de ser un ser antiguo y poderoso.
Una montaña con una cima helada se elevaba majestuosamente, su grandeza cortando el cielo estrellado, y el impacto del ser con ella fue devastador, sacudiendo la tierra a su alrededor. Las rocas se desprendían, formando una avalancha que resonaba en el paisaje nocturno, y se abrió un monstruoso cráter en el suelo, como si la tierra misma hubiera sido desgarrada, un cráter que parecía partir la montaña en dos.