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Vorian guió al grupo por un estrecho y sinuoso corredor, donde las sombras danzaban al ritmo de las llamas parpadeantes de las antorchas. El aire estaba impregnado con el olor a musgo y pergaminos antiguos, una mezcla que evocaba los siglos de secretos y misterios que permeaban las paredes de la subterránea Ciudad de Lágrimas.
Los pasos resonaban a través del corredor como suspiros perdidos en el eco del tiempo, mientras Kaizen, Alina y los demás seguían a Vorian con una mezcla de fascinación y aprensión. La travesía parecía conducirles a través de los velos del tiempo, hacia un destino desconocido, impregnado por los tejidos de la magia antigua que entrelazaba cada piedra y sombra de Olaynore.