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Mientras Kaizen tenía su mano derecha alrededor del cuello de Azrakthar, un aura de dominio psíquico se entrelazaba a su alrededor mucho más intensamente que antes. Mirando más de cerca, era posible ver que la mano de Kaizen no tocaba la piel de Azrakthar, sino una pequeña proyección de su mano, como si hubiera una pared separando a los dos.
Todavía suspendido en la tela etérea de energía psíquica, los ojos llameantes de Azrakthar ardían de ira y la forma en que Kaizen lo miraba transmitía un mensaje claro: desprecio.
Sin embargo, aunque la maestría del poder se había hecho evidente en aquellos últimos momentos después de la batalla, Azrakthar era un demonio tan orgulloso de su propio poder que estaba casi ciego.