—Y si fueras un aliado, nos tratarías con más respeto. Después de todo, es sabio respetar a alguien que tiene tu vida en la palma de su mano, ¿no es así? —respondió Lily Sangrienta, con una leve sonrisa en la esquina de su boca.
Tras un breve momento de silencio, Cephal soltó un pesado suspiro, finalmente pareciendo rendirse a la situación que lo mantenía encadenado. Sus ojos, ya ardientes de furia, ahora mostraban un rastro de resignación, una sombra de derrota que raramente tocaba a un luchador tan habilidoso. Se enfrentó a Lily Sangrienta, cuyo rostro era un libro cerrado de determinación, su mirada inquebrantable fija en el prisionero.
—Muy bien, lo haré... Por favor, Lily Sangrienta y compañeros, libérenme —dijo Cephal, mordisqueando cada palabra.