Kaizen estaba atónito por la revelación de la divina mujer llamada Aelon. Su corazón latía con la anticipación de finalmente encontrar las respuestas que tan desesperadamente anhelaba.
Él miró a Aelon, tratando de descifrar la expresión serena en su rostro, buscando cualquier clave que pudiera ayudarle a entender si se podía confiar en ella o no. No había manera de saber qué quería, ni lo que realmente era, pero ¿tenía alguna otra opción?
—Yo... Estoy listo para descubrir y comprender el verdadero propósito de la Espada del Rey —respondió Kaizen, determinación evidente en su voz—. Puedo confiar en ti.
Aelon asintió con una sonrisa serena, comprendiendo la resolución de Kaizen.