Las alas de fuego de Taznaar eran como icor, el fluido etéreo que se decía corría por las venas de los dioses, y ardía intensamente. Mientras volaba sobre sus oponentes, en su rostro apareció una sonrisa que mostraba una mezcla de crueldad y arrogancia. Su cabello también ardía, como llamas, tan claro como el sol en la cima del cielo.
La habilidad
—¡Nada puede detenerme ahora! —Taznaar expresó su pensamiento en voz alta porque nada lo retenía.
Por otra parte, Kaizen no dijo nada. Su mente era un torbellino de ideas.