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Con la muerte de Lysam, los sirvientes del Ojo de Hermodr comenzaron a ser arrastrados por pequeños portales de baba, que aparecían en todos lados de la ciudad. Al final, todo lo que quedó fueron los jugadores en la plaza de la biblioteca y la gran masa de humo negro, que ya era tan grande como una casa.
Araxie y los otros miembros del Gremio del Soldado Carmesí, que observaban todo esto desde lejos, estaban asombrados por la fuerza de Kaizen.
—Eso... eso fue... —Dathan no pudo terminar su frase.
—Increíble —completó Araxie.
—No hice nada especial —dijo Kaizen, con modestia.
—Sí, lo hiciste —afirmó Dathan—. Nos salvaste a todos. Gracias.
—No hay de qué agradecer —Kaizen agitó su mano—. Simplemente hice lo que tenía que hacer.
—Aun así, gracias —insistió Dathan.
Araxie entonces preguntó:
—¿Y ahora qué? ¿Qué vamos a hacer?