Anselmo no era una mujer particularmente hermosa, pero era agradable de ver. Tenía pecas en su rostro y rizos rojos que le alcanzaban los hombros.
Al notar la mirada de Aethelwolf, Anselmo bajó nerviosamente la cabeza.
—¿Cuánto tiempo llevas tocando ese instrumento? —le preguntó Aethelwolf mientras acariciaba la cabeza de sus hijas.
Anselmo alzó lentamente la cabeza y respondió con voz temblorosa. —Aprendí a tocar la flauta cuando tenía 6 años, así que deberían ser alrededor de 30 años.
—Ya veo. ¿Amas la música? —Aethelwolf la miró profundamente.
Anselmo apartó la mirada de él. No se atrevía a mirarlo por mucho tiempo. —Sí, amo la música. Canto y toco la flauta durante mi tiempo libre —respondió ella.
Al oír esto, Aethelwolf miró a sus pequeñas hijas y preguntó. —¿Queréis aprender a tocar la flauta?
Las pequeñas monadas asintieron con la cabeza enérgicamente.
—¡Yo quiero aprender!
—¡Yo también!