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—Entonces sufrirás… mucho. Y las cosas que consideras preciosas, las cosas que atesoras… perecerán —dijo su voz helada.
Los instintos de Asher gritaban mientras miraba a la Bruja Roja. Había algo en su mirada, un oscuro destello que llevaba un presagio más allá de las típicas amenazas de sus enemigos como Drakar.
Ni siquiera se sentía como una amenaza—se sentía como una advertencia inevitable. Sus palabras se quedaban como una sombra fantasmal, pesando mucho en su mente.
Pero se endureció, sabiendo que no podía dejar que el miedo o la duda echaran raíces. No importaba qué peligro insinuara, él no cedería.
Esa "llave" era la única salvaguarda que tenía su reino, y no estaba a punto de entregársela a alguna bruja sin nombre.
Mantuvo su mirada, su voz firme:
—¿Crees que las amenazas funcionarán conmigo? He enfrentado más que suficientes intentos de derribarme. Simplemente eres otro más que se quedará corto.