La mirada de Asher se agudizó, centrada en Cecilia. Podría haber tratado con ella de manera diferente: el chantaje sería fácil, doblegándola a su voluntad como un peón.
Pero eso solo confirmaría para ella que él no era mejor que su marido, ávido de poder.
Y a diferencia de Raquel, a quien podía manipular con tiempo, no tenía el lujo del tiempo ni la paciencia con la Cecilia. Tampoco era realmente una mujer que se dejara avasallar, y podría perderlo todo si intentaba presionarla demasiado.
Así, con un ligero filo en su voz, preguntó —¿Estás segura de que quieres que te muestre quién soy realmente? ¿Y si no puedes manejar la verdad?
El latido del corazón de Cecilia se aceleró, pero apretó los labios desafiante —Soy la única que puede decidir eso. Puedo manejarlo. No deberías subestimarme.
Una risa escapó de Asher, pero su diversión desapareció rápidamente cuando sus ojos se oscurecieron. Sin una palabra, tomó su muñeca —Sígueme —ordenó.