En el momento en que Ana se desplazó en su silla de ruedas hacia el interior de su casa, cerró la puerta de golpe detrás de ella, exhalando ruidosamente como si estuviera desesperada por finalmente respirar con normalidad.
La tensión en sus hombros disminuyó, pero su corazón seguía latiendo con la ansiedad de su estrecho escape.
Se limpió el sudor que le recorría la sien izquierda, dándose cuenta de lo cerca que había estado de ser atrapada por Arturo.
Demasiado cerca, pensó, con sus manos temblando ligeramente mientras avanzaba más adentro del pasillo con su silla de ruedas —Si no hubiera desaparecido en la ciudad cuando lo hizo, las cosas podrían haber terminado mucho peor.
Afortunadamente, Arturo no sospecharía por qué ella estaba en el edificio ya que de todos modos vivía en la ciudad —Esa era la única razón por la que no tuvo más opción que regresar aquí —En cualquier otro lugar... no podría usar su disfraz natural.