El lujoso bar emanaba un aire de elegancia discreta, su ambiente oscuro era acentuado por una iluminación ambiental suave que arrojaba destellos cálidos sobre las superficies pulidas.
Cortinas de terciopelo cubrían las ventanas, amortiguando los sonidos del mundo exterior y creando un santuario íntimo en su interior.
En un rincón apartado, lejos de miradas indiscretas, se sentaba una mujer hermosa con pelo azul a la altura del mentón y unos impactantes ojos azules.
Su vestido, una tela azul brillante sin mangas, se adhería a ella como el abrazo de un amante, acentuando cada curva y contorno de su voluptuosa figura.
Había reservado todo el lugar para la noche, deseando la soledad como su confidente líquido.
Mientras esperaba su bebida, su mente era un torbellino, una tempestad agitada por las palabras de su esposo. Resonaban en sus pensamientos, cada sílaba un golpe de martillo, dejando su corazón pesado y desgarrado.