—Permíteme simplificarlo. ¿Realmente haces esto por la seguridad de nuestro mundo o lo haces para cumplir con las agendas personales de tu ambicioso esposo? —preguntó Vladímir con una mirada inquisitiva.
Los ojos de Cecilia se agrandaron, su compostura se deslizó momentáneamente mientras la pregunta perforaba su fachada diplomática.
Una oleada de indignación se encendió dentro de ella, pero rápidamente la enmascaró con una calma de acero —He dedicado mi vida entera, y todavía lo hago, para asegurar un futuro mejor para este mundo —dijo, su voz estable a pesar de la ira subyacente—. Me casé con mi esposo no por propósitos transaccionales sino porque compartía los mismos ideales y nos entendíamos. Así que créeme cuando digo que mi esposo no tiene agendas personales excepto protegernos a todos de los demonios.