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El aire estaba eléctrico de tensión mientras Ana se acercaba a Derek, su mano crepitando con un oscuro rayo amarillo.
En ese momento, no podía pensar en nada más que en sacarle la sangre hasta que su alma gritara.
La energía danzaba salvajemente alrededor de sus dedos, como si estuviera ansiosa por golpear. Los ojos de Derek se fijaron en los suyos, su mirada era severa, aunque su cuerpo parecía congelado en el tiempo, igual que los demás.
Pero justo cuando Ana estaba a punto de hacer contacto, su cuerpo se sacudió violentamente, el rayo desapareciendo tan repentinamente como había aparecido.
Sus piernas se debilitaron, sus ojos volviendo a su color gris oscuro original.
Una mueca torció su rostro cuando la mano de Derek de repente le agarró el cuello, su agarre como un torno.
—¡Ugh! —Ana apretó los dientes, sus ojos destellando con frustración.