Había pasado una semana desde el desastroso ataque y Cecilia estaba ahora en Argelia, supervisando meticulosamente la finalización de otra Torre de Enlace.
Esta vez, sin embargo, la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable, los protocolos de seguridad se habían intensificado exponencialmente. Su mirada barrió la obra, aguda y enfocada, escudriñando cada movimiento, cada sombra.
Los guardias apostados alrededor del perímetro se movían con precisión mecánica; sus órdenes claras y su propósito singular—asegurar la seguridad de la torre a toda costa. El aire estaba denso con el zumbido eléctrico de una alerta elevada.
*BEEEEEEEP!!!*
El estruendo repentino de un sensor ruidoso atravesó el aire, enviando una ola de alerta por toda la obra.
La reacción de Cecilia fue instantánea; su figura se desvaneció en movimiento, seguida rápidamente por un grupo de guardias fuertemente armados.