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Rowena rompió el sello y desplegó la carta, sus ojos escaneando rápidamente el contenido.
Pero las palabras en el papel hicieron temblar sus ojos mientras leía —¿sabías que a tu esposo le gusta pasar más tiempo con los humanos, tus enemigos, que contigo? ¿No me crees? Compruébalo en la Piedra de Suspiro detrás de esta carta.
Los dedos de Rowena se tensaron ligeramente mientras sostenía el pergamino, sus ojos recorriendo las insidiosas palabras que amenazaban con destrozar la tranquilidad de su corazón.
Con un giro vacilante, dio la vuelta a la carta. Allí, adherida en la parte posterior como un crecimiento maligno, había una pequeña esfera de color rojo oscuro: una Piedravista.
Su profundo tono sanguíneo parecía casi acusatorio bajo su escrutadora mirada.
Al retirarla con un toque cuidadoso, Rowena sintió la superficie fría y lisa de la esfera contra su palma, un marcado contraste con el calor de la ira que comenzaba a hervir dentro de ella.