El aire estaba repleto de una tensión no expresada mientras Lori se inclinaba sobre Lysandra, su cuerpo serpentino reducido a un tamaño lo suficientemente pequeño para examinarla.
Con una perturbadora suavidad atípica de su imponente naturaleza, Lori extendió sus colmillos y los hundió delicadamente en el brazo de Lysandra.
El proceso era inquietante, pero necesario; los colmillos de Lori no eran solo armas sino herramientas, extrayendo el veneno que se había propagado por las venas de Lysandra.
Lysandra se estremeció agudamente al contacto, su cuerpo tensándose mientras se extraía el veneno, la sensación tan extraña como dolorosa.
Sin embargo, a medida que el veneno abandonaba su sistema, su tez mejoraba gradualmente, el color volvía a sus mejillas y la vida a sus ojos previamente apagados.
—Esto... Esto es el veneno de mi padre —murmuró Lori con sus oscuros ojos morados temblando.