El salón de estudio real era un santuario de concentración tranquila, donde Rowena estaba absorta en pergaminos y textos antiguos esparcidos sobre su escritorio, la luz ámbar oscura proyectando suaves sombras sobre su expresión concentrada.
Ahora que las relaciones diplomáticas con el Reino de Nightshade eran un gran éxito, había tanto que planear con respecto a la asignación de recursos.
Sin embargo, la delicada atmósfera cambió sutilmente cuando Asher entró en el salón.
Su sola presencia parecía extraer la tensión del aire, reemplazándola con una sensación de calidez.
Rowena levantó la vista de sus pergaminos, su comportamiento suavizándose en una gentil sonrisa —¿Dónde estabas? Pensé que te dije que descansaras después de pasar semanas viajando fuera—, Rowena se sentía más culpable ya que sentía que como reina debería haber sido ella quien lo hiciera pero como Asher insistió en que ella debía ocuparse de sus deberes aquí y que también era su deber, no podía refutarlo.