El cuerpo de Rebeca estaba resbaladizo con sudor y semen mientras la polla de Asher seguía empalándola por detrás, sus extremidades temblando de agotamiento. Ella había perdido la cuenta de cuántas veces la había follado, cada embestida la empujaba más al borde del olvido.
Su rostro estaba enrojecido, su respiración venía en jadeos superficiales mientras la polla de Asher la llenaba hasta el tope. Los hombres alborotados del pub aullaban satisfechos, sus ojos pegados a la escena erótica ante ellos.
Desde la esquina de su ojo, podía ver las caras burlonas de estos perros viles.
—¡Mira esas enormes tetas rebotando! —uno de ellos gritó con los ojos casi saliéndosele.
—¡Se ha corrido jodidamente treinta veces y todavía está moliendo sus caderas contra su monstruosa polla! ¡Los dos son unos jodidos monstruos! —otro dijo con una mirada de asombro lujurioso desenfrenado.
—Apuesto a que la está follando hasta que no pueda caminar, ¡jaja!