En el precipicio de un paisaje infernal, Kira se mantuvo resuelta, el aire crepitante a su alrededor vivo con el calor de volcanes en erupción que pintaban el horizonte en una paleta de fuego y humo.
La escena era apocalíptica, la tierra un espejo del caos y la fuerza primigenia.
Y sin embargo, ella permanecía imperturbable, sus tres colas doradas inmóviles en el aire mientras su mente parecía estar en otro lugar.
No podía evitar pensar en cuán viva estaba la tierra ante ella a pesar de su caótica manera, comparada con las muertas que una vez fueron su hogar. Solo mirar estas furiosas erupciones de lava delante de ella le hacía sentir un anhelo que no quería sentir.
En medio de esta turbulenta vista, un par de ojos resplandecientes y rojos como la sangre atravesaron el humo giratorio detrás de ella, anunciando la llegada de una figura antigua, aunque imponente.