Entre las tierras de los Dracyra y los Continentes Inferna se encontraba el oculto Lago del No Retorno, un lugar apartado que parecía un refugio donde el tiempo parecía detenerse.
Las oscuras aguas moradas eran tan reflectantes como el cristal, enclavadas profundamente dentro de un valle oculto. La tranquilidad circundante y la belleza inalterada contrastaban agudamente con el caótico mundo exterior.
Aun así, el valle estaba entrelazado con flores y enredaderas violetas venenosas, cuyo engañosamente dulce aroma enmascaraba el aire tóxico que disuadía a todos excepto a los más resilientes de aventurarse cerca. Era la razón principal por la que nadie se atrevía a deambular por aquí, so pena de morir en segundos.
Esta defensa natural aseguraba que el Lago del No Retorno permaneciera un santuario olvidado, intocado por aquellos que buscaban poder o recursos.