Ella echó un vistazo a Asher, quien parecía estar disfrutando demasiado de la situación.
—¿Por qué te ves tan sorprendida? Ya reclamé a tu hija durante la búsqueda —extendió un dedo para recorrer su clavícula.
—No... Eso no puede ser...—murmuró Esther incrédula. Pero luego, cuando miró a Sabina, que seguía sonriendo pícaramente, sus ojos se abrieron aún más—. Sabina... ¿por qué? ¿Cómo pudiste hacer algo así cuando ni siquiera estabas prometida con él?
—Oh, madre. ¿No eras tú la que siempre quería un heredero perfecto para nuestra Casa? Entonces, ¿cómo puede ser malo si él va a plantar la semilla perfecta en mi vientre? Tú quieres lo mismo, ¿no es así, Madre? —hizo clic con la lengua mientras negaba con la cabeza y decía.
Esther se estremeció impotente y no podía creer lo que estos dos habían estado haciendo a sus espaldas y a las de su Casa.
Pero de repente, exhaló sorprendida cuando Asher le apretó los pezones hacia adelante mientras le susurraba al oído: