—Su Alteza —murmuró tímidamente Merina al entrar y cerrar la puerta detrás de ella.
—Te estaba esperando, aunque llegaste un poco tarde —dijo Asher mientras se apoyaba en la ventana, su mirada aún en el cielo.
El aliento de Merina se congeló mientras caía de rodillas y decía:
—¡Perdóname, Su Alteza! Yo-Yo... tuve algunos problemas para conseguirlo.
—Pero lo conseguiste, ¿verdad? —preguntó Asher sin apartar su mirada.
—Sí... lo hice. Aquí está... —dijo Merina mientras levantaba ambas manos con la cabeza inclinada, mirando al suelo.
Asher se dio la vuelta y caminó hacia ella. Sonrió sutilmente al ver una pluma de bronce en sus manos:
—Bien... Asher sabía que esa pluma en realidad era una pluma rúnica utilizada para dibujar runas que no eran simples o comunes.
Como alguien con conocimientos decentes sobre runas, sabía cómo dibujar algunas, especialmente una que podría hacer que la gente no lo traicione.