Justo cuando Asher terminaba de decirle sus cosas a Arturo, su mirada cayó inadvertidamente sobre el blanco bastón en las manos de Arturo, adornado con acentos negros y coronado con una radiante perla blanca.
—Ese bastón... ¿De dónde lo sacaste? —preguntó Asher, cambiando el tono mientras sus cejas se fruncían, la mera imagen del bastón evocaba en él recuerdos que preferiría olvidar.
—Ah, esto... —respondió Arturo, su voz se suavizó mientras acariciaba con dulzura el bastón. Una cálida sonrisa se dibujaba en sus labios mientras continuaba—, Pertenecía a mi hermana, y mi padre me lo regaló, diciendo que me lo merecía. Pero no creo poder algún día decir que es mío, simplemente lo guardo hasta que ella regrese. Realmente, no es mi arma de elección, pero ahora se siente como una parte de mí.
La mención de la anterior propietaria del bastón y la implicación de su regreso provocaron un cambio notable en el comportamiento de Asher.