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Al escuchar las palabras de Asher, Raquel expresó sus preocupaciones, moviendo los ojos ansiosamente —Sobre eso... Desde que provocaste a Bernardo, seguro correrá con cuentos a mi padre. Una vez se entere de que abogué por un desconocido, nunca respaldará mi decisión.
Sin embargo, Asher era la imagen de la calma, un marcado contraste con el inquieto comportamiento de Raquel.
Él sonrió, un atisbo de picardía jugaba en sus labios —¿Por qué no te dejas llevar y me permites preocuparme por lo que suceda después? En el peor de los casos, haz lo que te digo... —Asher explicó brevemente lo que Raquel debería hacer.
El ceño de Raquel se frunció en confusión, su mente un torbellino de preguntas.
Aun así, su confianza era contagiosa, aligerando sus preocupaciones —Está bien. Pero no puedes quedarte aquí. He organizado otro alojamiento para ti y tu... esclava.