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A medida que el inquebrantable decreto de Raquel resonaba por la sala, una tensión palpable se adhería al aire, una prueba de resolución y moralidad expuesta ante los Cazadores reunidos.
Todo el mundo se miraba unos a otros para ver si alguien era lo suficientemente audaz para marcharse mientras era más audaz aún al quedarse.
No sabían cuándo se volvió ella tan estricta, pero no tenían duda de que si la hija del Presidente lo quería, podría incluirlos en una lista negra para siempre.
Los rumores de que algo en ella definitivamente cambió después de la questa eran realmente ciertos.
Aquellos que no querían correr el riesgo y deseaban irse dudaban, ya que no sabían si ella se enfadaría de todas maneras e incluiría sus nombres en la lista negra de todos modos.
Y así, a pesar del nerviosismo en el aire, nadie se marchó.