Mientras Asher se dirigía hacia la sala de meditación, un espacio santificado para su entrenamiento y actividades de cosecha, sus pasos, determinados y resueltos, se detuvieron abruptamente.
Una cadencia familiar de pasos suaves, pero firmes resonó a través del pasillo, desviando su atención de la tarea que tenía entre manos.
Al volverse hacia la fuente, encontró la figura cautivadora de Rowena, el cuerpo regio vestido con su característica indumentaria negra, acercándose a él.
—¿Me estabas esperando antes de que comenzara mis actividades de La Cosecha? —preguntó Asher, una sonrisa dibujándose en sus labios, encontrando un atisbo de confort en su presencia, aunque con una idea de por qué había venido de improviso.
Rowena, su mirada cargada de preocupación que desmentía la calma habitual que emanaba, respondió:
—Sí. Quería que mis palabras permanecieran frescas en tu mente antes de que empezaras porque, por alguna razón, siento que no vas a realizar misiones de siega ordinarias.