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En medio de la inquietante oscuridad del salón, la atmósfera estaba cargada de tensión y poder.
En el momento en que los proyectiles de sangre helada de Rebeca se dirigieron hacia Asher, él desapareció, un mero susurro en el aire, para reaparecer detrás de ella con el silencio y la rapidez de una sombra.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? ¿Intentando matar a tu propio rey? ¿Ya te has cansado de vivir? —La voz de Asher, teñida de incredulidad y un borde escalofriante, llenó el espacio entre ellos.
Sus ojos amarillos oscuros ardían con una intensidad que podría quemar almas, una luz fría iluminando la oscuridad del salón, sin embargo, no parecía estar ni un poco ansioso.
Rebeca se giró lentamente, sus movimientos mesurados y deliberados.