Asher estaba sentado desnudo en medio del prado, su rostro teñido de un rojo intenso.
Sus dedos temblaban, no por lujuria sino por concentración, mientras intentaba tallar las intrincadas runas en su circuito de maná.
Naida, igualmente desnuda y exquisita, se sentaba sobre él, su cuerpo una visión de sensualidad mientras su figura danzaba arriba y abajo en su grueso y caliente miembro.
Su mejillas estaban tan rojas como una baya, su cabeza echada hacia atrás, largos cabellos rojo rubí cayendo sobre sus hombros descubiertos, mientras cabalgaba a Asher con embestidas apasionadas y deliberadas.
Asher apretó más fuerte sus caderas mientras se concentraba en la delicada tarea que tenía entre manos. El Tomo de la Espada Pesadilla Prohibida había sido claro, el poder que buscaba yacía en las profundidades de este extraño ritual.