—¿Qué estás esperando? —preguntó con un tono aburrido y despreocupado.
Asher ya no podía soportar su actitud desapegada. Con una determinación renovada, decidió que haría añicos su fachada helada.
Haría que sintiera lo que significaba ser una mujer que deseara su pene, sentir deseo, anhelar y llorar de placer.
Confiado en sus habilidades, la inmovilizó rápidamente en el colchón mullido y se deshizo apresuradamente de su lencería, revelando la belleza prístina de su madura hendidura rosada adornada con un borde plateado de vello púbico.
—¿Puedes hacerlo rápido? —preguntó, su voz tan gélida como antes, como si solo esperara que terminara una tediosa tarea.
Asher la miró asombrado por su desinterés. Esperaba un grito de sorpresa, quizás un rubor, o al menos alguna muestra de emoción.
Pero su actitud fría lo impulsó a demostrar más y hacer que en poco tiempo gimiera en éxtasis.