En las abruptas e indomables tierras del sur de Dracyra, donde la misma tierra parecía rugir con una ferocidad primordial, yacía el dominio de los clanes de hombres lobo.
Entre estos clanes, el Clan Darkmoon reinaba supremo, su autoridad incuestionable y absoluta.
Sin embargo, dentro de esta jerarquía, el Clan Garrasangre tenía una reputación notoria, temidos por su ferocidad y crueldad, pero aún estaban bajo el comando del Clan Darkmoon.
Enclavado en una parte aislada de estas tierras, el territorio del Clan Garrasangre estaba marcado por una extensa red de cuevas, cada una resonando con los aullidos y gruñidos de sus habitantes.
La mayor de estas cuevas había sido transformada en la morada del jefe del clan, Tárok.
Esta cueva en particular era única, forjada a partir de los colosales restos de una bestia escamada, cuyos huesos y piel servían como fundamento y paredes de esta imponente estructura.