En el bosque, Raziel estaba preocupado, sus pensamientos volvían constantemente al incómodo encuentro con la Matrona Selene.
Se estremecía internamente con cada recuerdo, angustiado por si había empañado su imagen ante sus ojos.
—¿Y si ella no lo trata igual que antes? —se sentía avergonzado de no haber podido controlar su cosa indisciplinada mejor.
Tan absorto estaba en los detalles de lo sucedido, que no se percató del paso del tiempo ni de la distancia a la que se había alejado de casa.
Cuando el cielo comenzó a oscurecer, un sentido de urgencia lo devolvió a la realidad.
Observó los pesados sacos de leña que había recogido, dándose cuenta de que había pasado demasiado tiempo en el bosque y había recogido más de lo necesario. Con sensación de prisa, cargó las bolsas y comenzó su camino de regreso.
Sin embargo, a medida que se acercaba a su hogar, un ominoso olor a sangre impregnaba el aire, haciéndolo fruncir el ceño.