El aire temblaba con la anticipación y la alegría maligna mientras los draconianos se congregaban alrededor de la ominosa Torre del Tormento.
Ansiaban el espectáculo de ver al Rey de Bloodburn emergiendo en un estado inánime, reducido a la cáscara del hombre que alguna vez fue. Era bastante divertido pensar que pronto estaría regresando al estado en el que una vez estuvo.
La multitud zumbaba de emoción, sus voces una cacofonía de burlas y risas crueles mientras pensaban en eso.
La Torre del Tormento misma se erguía sobre la escena como un oscuro centinela. Su masiva estructura, hecha de una piedra tan negra como la noche y que absorbía la luz a su alrededor, se elevaba hacia el cielo en un espiral retorcido.
Líneas siniestras brillaban débilmente a través de su superficie, proyectando sombras inquietantes en el suelo.