—Mi rey, por favor, suba a bordo. Yo terminaré esto y volveré con usted —dijo Naida con una ligera sonrisa, su tono firme y su rostro desprovisto de cualquier tensión.
Asher sabía que era crucial evitar quedar atrapado en los daños colaterales de su inminente choque.
Además, necesitaba reponer sus agotadas reservas de maná. Agarrándose el estómago, retrocedió de nuevo al barco y, sin un momento de demora, comenzó a sacrificar su fuerza vital para reponer su maná.
Y justo cuando tuvo suficiente, se teletransportó a su Dimensión Maldita, donde podría recuperarse sin que nadie lo viera rodar por el suelo como un loco.
Mientras tanto, la expresión de Boragor se retorció en una de furia al enfrentarse a Naida —¡No te confíes tanto, perra chupasangre! —rugió.
En una muestra de su inmenso poder, Boragor desencadenó un aluvión de cien cuchillas de viento venenoso, cada una un proyectil mortal dirigido a Naida.